Uno abre la nevera, saca un frasco recién abierto, y constata que se ha formado un poquito de moho en el borde. Solo una cantidad pequeña, apenas visible, no más grande que la cabeza de un alfiler. Y uno podría pensar: No pasa nada por un poquito de moho, sería una lástima tirar todo el frasco. Pero se sabe que esta mínima parte de moho es señal de que las esporas ya se han extendido en el frasco. Por lo tanto, lo tiramos a la basura.
A veces uno se da cuenta: En el corazón se ha establecido una pequeña herida, una pequeña decepción, una pequeña amargura. ¿Debo actuar en seguida en este caso? Excepto esta pequeña cosa, todo lo demás está en orden. Pero atención: El pequeño disgusto infecta toda la vida de fe, la pequeña herida modifica a largo plazo tu relación con los hermanos en la fe, los portadores de ministerio y finalmente con Dios. Como el moho, o como levadura, este pequeño mal va penetrando todo. Por lo tanto: ¡Tíralo de inmediato!
Impulso de un Servicio Divino del Apóstol Mayor